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Alicia Losada

ALICIA LOSADA
"De estudiante de Enfermería a monja"



Extraído de http://www.hazteoir.org/node/32417

¿Tan joven? “¿Qué harías tu si con 19 años te enamoras, esperas a acabar la carrera?”, me ‘responde’.

Es mi sobrina y no debería escribir este reportaje. Pero después de lo de Iker y Carbonero, creo que estaré disculpado. La historia es bonita, pero no fácil. Un “streap-tease’ espiritual en el que no se siente cómoda. Si lo hace es por dar testimonio de las grandezas que Dios es capaz de hacer con los que se dejan.

Todo comienza en el verano de 2007. Alicia Losada viajaba a Roma al encuentro organizado por la diócesis de Madrid con el Papa. Ahí escuchó el “No tengáis miedo de Juan Pablo II”. Alicia se lo tomó en serio. “¿A qué tengo miedo si todo me va bien? Familia ordenada, colegio con vocación de educar, amigos de la parroquia de Caná. Todo fantástico. “Tenía miedo a tratarle, a que me pidiera algo que no quisiera darle”, relata. “Es como si te pones en el espejito, le preguntas y te responde que no eres la más guapa”. ¿Cómo? “Miedo enfrentarse a la Voluntad de Dios porque a lo mejor no te gusta”.

Ahí quedó la inquietud. No le contó nada a nadie. Tan sólo a su director espiritual, D. Nicolás. ¿Qué te dijo? “Que me lo tomara con calma y que rezara”. ¿Qué hiciste? “Compuse una canción y pasé”. En parte porque Alicia estaba empeñada en demostrar al mundo que se podía ser una católica con vida de piedad intensa, oración y misa diaria y no ser monja. Alicia va a misa y reza a diario. “Rezar es como estar con tu novio; me encanta”. ¿Y la misa? “La necesito; es como si un día no comes, estás anémico, irascible, falto de fuerzas; a mi me pasa lo mismo con la misa”. ¿Y los que no van a misa a diario? “Son como los que no se han operado de miopía; se creen que ven bien y están contentos; pero eso es porque no saben lo que es ver bien de verdad”.

Con el empeño de demostrar al mundo que se puede ser piadosa y no ser monja vivió hasta el verano siguiente. Viaje a Sidney para el encuentro mundial de la juventud con el Papa. La inquietud reaparece rezando el rosario en una iglesia de las antípodas. “¿Y por qué no?”. Decidió colocar las dos opciones en la balanza: seguir tratando de demostrar al mundo que no hace falta ser monja para ser católico y hacerse monja. “Me dije, vale, pues sí, me lo puedo plantear”. En el viaje a Sidney fue “superfeliz”. Con la paz que da saber que estás haciendo lo que debes.

Al regreso habló con su madre y le planteó por vez primera su vocación. “¿No será que estás huyendo de los hombres?”. Pregunta obligada que a Alicia no le sentó nada bien. Había tenido experiencias no positivas, “pero no tenía nada que ver”. Alicia esperaba una felicitación y se encontró con la prudencia materna, así que acudió a ‘su cura’. ¿Qué te dijo? “Tranquilidad y que rezara”

Comienza 2º de Bachillerato, último curso de colegio. Año clave y de mal recuerdo para Alicia. Sufrió el estrés emocional de la muerte de su compañero, Alvaro Ussía, cayo enferma, los resultados académicos no le acompañaron, su madre le presionaba para que estudiara para la selectividad… Mucho. Y sobre todo, tenía que resolver su incógnita porque dependiendo de su decisión, estudiaría una cosa u otra. La tensión de la encrucijada. “¿Cómo se sabe lo que Dios quiere de ti?”, preguntaba a buenas amigas, sin respuestas precisas.

Durante el curso cayó en sus manos la frase de la Madre Teresa: “No importa lo que hagas, sino el Amor con que lo hagas”. En Reyes le cayó un libro de la Madre Teresa  y una chica le llevó a uno de sus hogares. “Igual es una señal”, se dijo. Fue de nuevo al cura. ¿Qué te dijo? “Reza, que ya vendrá”.

-       Siempre te dice lo mismo, que reces

-       Ya, es que eso de la oración se ve que funciona, me responde con humo

Rezaba, pero no venía, así que cansada de la tensión, decidió lanzarle un reto al Señor. “Si quieres que me meta monja, dímelo, que yo me meto monja, sin ningún problema. Pero dímelo claro, escríbeme una carta”. Por supuesto, no hubo carta, aunque sí algo parecido… D. Nicolás le regaló ‘Camino’. Al principio, a Alicia eso de rezar con puntos no le convencía. Ella estaba acostumbrada a los libros de meditaciones. Pero poco a poco acabó cogiéndole el gusto. “Me propuse leer una o dos frases de camino de casa a Caná y viceversa”. ¿Y? “Me enamoré de El; fue mi carta”.

Durante ese verano su familia fue a Disney. Pasaron por el Pilar. “Yo le rezaba a la Virgen: ¡dímelo claro!”. En el viaje pasaron por Ars, Lyon y Lourdes. “Yo estaba supercontenta, como en Sydney”. Tras la tempestad, llegó la calma. Se sentía a gusto, tranquila, en paz. “Fue como descubrir un cachito de Cielo, quiero sentirme así toda mi vida, pero aún más; sólo quiero a Dios”.

Tomada la decisión y tras las pistas de Madre Teresa fue a preguntar a las hermanas. No le terminó de convencer. En primer lugar porque tenía que dejar de estudiar. “Me siento más útil si tengo formación que si no la tengo”. Pero además, porque tenía que estar 15 días de prueba. “¿Cómo iba yo a irme 15 días de prueba sin que se enteraran mis padres?, y además, ¿cómo les decía yo a mis padres que dejaba de estudiar?”.

Asunto descartado. ¿Y ahora? Dios no deja nunca sin su carta. Un día de ese verano la familia fue a misa de 9 a Caná. A la puerta, unas monjitas vendiendo calendarios. Alicia le dijo que ya los compraría su madre y pasó. Pero una monja se le acercó y le dio un folleto vocacional y le invitó a unos retiros mensuales. Ella se lo guardó y aceptó la invitación. En paralelo, su párroco le recomendó que hablara con una de esas monjas del calendario llamadas Hija de Santa María del Corazón de Jesús, también conocidas como ‘café con leche’ por el color de su hábito. Operación pinza. ¿Te sentiste presionada? “Para nada, las monjas casi pasan de ti, te dan mucha libertad y eso me ha gustado”

Así que durante el curso que termina empezó a ir a esos retiros llamados Doymar (Discípulos Orantes y Marianos de la Redención). El plan, sencillo: meditación, adoración, testimonios. Luego la que quería se quedaba a comer y a jugar al voley. “Yo me iba siempre a casa a comer con mis padres”.

Le empezó a coger gusto, a pesar de que ella quería dedicarse a cuidar enfermos y las ‘café con leche’ no tenían enfermos. “Me llamó la atención las casas de acogida que tienen para las niñas huérfanas y chicas de la calle”. La decisión seguía sin tomarse y el cura le recomendaba lo de siempre: que siguiera rezando hasta que estuviera segura. Acabó estándolo, porque como ella dice, “la oración, funciona”. Le gustó además que le dieran opción a continuar la carrera tras los estudios de mariología, teología, etc.

A principios de noviembre decidió decírselo a sus padres. Planeó la estrategia. “Tenía que hacerlo bien, soy la hija mayor, la única hija, había que explicarlo bien y buscar el momento”. Además, anteriormente había quedado con una amiga para comer y de la llorera que le entró se les enfrío la comida. Así que decidió hacer una tarta y decírselo a los postres. “Tengo que contaros algo”. Sus padres esperaban algo así como que le pediría alargar la hora de llegada a casa. Nada de eso. “Me meto monja”. Como es lógico, sus padres empezaron a preguntar dónde, cuándo, por qué, con qué monja habla, cuál es esa orden, cuándo se fundó, etc. Preguntas para las que Alicia no tenía respuesta. Mayor preocupación para los padres hasta que D. Nicolás -testigo fiel y puntual de la historia- les tranquilizó: va en serio y las monjas son serias.

Después vino el momento de explicárselo a sus hermanos. “Hay que tener coraje para tomar una decisión así. Porque las mujeres están hechas para ser madres y renunciar a eso por Dios… hay que ser muy valiente”, le dijo el mayor. El mediano le dijo que era “un gran paso” y el pequeño le animó: “es un gran paso para ser santa”.

La pasada Semana Santa se fue de Ejercicios Espirituales con las ‘café con leche’. Ahí estaba su fundadora y hablaron de los detalles. Fijaron la fecha de entrada el 27 de agosto, para que diera tiempo a que fuera explicándoselo a toda su familia extensa: abuelos, tíos, primos, etc. Las reacciones han ido desde la sorpresa a la ilusión y la felicitación.

¿Sientes que renuncias a algo? “Hombre, estaba un poco asustada y siento miedo porque dejas tu vida, tus amigos, tu familia para darte a los demás”. También reconoce que le produce respeto vivir entre mujeres. “Siempre he vivido entre hombres, todos mis hermanos son hombres, y tengo más amigos que amigas”. Pero lo que a Alicia le impone es cortar con su vida. “Es más fácil ser cura que monja”. ¿Por qué? “Los curas vuelven por vacaciones, las monjas apenas tienen vacaciones”.

La pobreza no le preocupa. Tampoco la obediencia. ¿Y si tu jefa es obstinada, tiene manías, es ineficiente? “Da igual, pero sonríen todo el día”. ¿Y la castidad? “Es fácil”. ¿Y renunciar al sexo? “Los chicos sois diferentes. Yo no lo veo como un problema. ¡Es que le entrego mi virginidad a Dios!”. ¿Y nostalgia de fundar una familia? “Es que me veo más feliz de monja que de casada; quiero casarme con Dios, no me cabe otra posibilidad como a ti no te cabe meterte cura”. Me quedo sin argumentos.

En todo caso, ¿esto es un noviazgo o es un matrimonio; o sea, es definitivo o puedes dar marcha atrás sin mayor complejidad? “Sí, es un noviazgo; si veo que no es lo mío, rectifico y busco mi camino, aunque creo que no me he equivocado”. ¿Cuándo es el paso definitivo? “Con los votos perpetuos, más o menos a los 9 años, pero hay una que los ha hecho con más de 60 porque decía que no estaba segura”, señala con una mezcla de humor, simpatía y comprensión.

¿Cómo se lo explicas a alguien del mundo? “No lo sé; todavía lo estoy pensando porque dirán que estoy loca y que me han comido el coco; pero creo que básicamente le contare lo mismo que te acabo de contar”.

¿Tienes miedo a la desolación? “La vida no son sentimientos; tampoco en el matrimonio; hay que perseverar; todo lo que sube, baja”.

-       Ya, pero la Madre Teresa se pasó 40 años contando los ladrillos de la Iglesia

-       Si me ocurre, recuperaré el sentimiento de ilusión primero, para poder continuar.

Alicia afirma que las ‘café con leche’ son su vocación, lo que Dios le pide. ¿Pero te apetece?, ¿es atractivo humanamente? “Bueno, yo siempre le pedía Dios que me diera hermanas y sólo he tenido hermanos; ahora resulta que voy a tener 160 hermanas; Dios siempre responde”. Reconoce en cambio que las ‘café con leche’ están muchas horas de rodillas; eso le cuesta. Como también le cuesta cortarse el pelo y renunciar a los pantalones. “No lo haría si no me metiera monja”. En cambio, concluye que la cada madre de Galapagar “es un cachito de Cielo, el sitio es precioso, se respira Amor por todas partes y sobre todo, ellas siempre sonríen: yo también quiero”.


Acá un pequeño reportaje donde aparece ella ya con 2 años de vida en el convento:

 

 

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